






Desde el pasado mes de abril y con motivo de su 75 aniversario el MNAC nos ofrece la posibilidad de conocer las reservas del museo gracias a una serie de visitas guiadas que recorren durante 2h sus entrañas. Yo tuve la oportunidad de asistir (por fin) a una de estas visitas la semana pasada, después de una relativamente larga espera que, puedo adelantaros, valió (muchísimo) la pena.
La actividad comienza con una breve presentación en la que nos ponen en situación antes de empezar el recorrido. Nos cuentan, así, que las reservas de un museo son aquellos espacios donde se custodian y preservan las obras de arte que conforman el patrimonio de la institución pero que no se exponen de manera habitual por no formar parte del itinerario o discurso elegido para las colecciones permanentes, con el objetivo de protegerlas, conservarlas, registrarlas y estudiarlas.
Para que os hagáis una idea, de las 271.872 obras que posee el MNAC solo 4.617 están expuestas. Por supuesto, el dato tiene truco -más de 120.000 obras son gravados y dibujos y 135.000 pertenecen al gabinete numismático- pero eso no impide que las cifras sean sobrecogedoras:
Fuente: MNAC
Por otro lado, una vez allí uno se hace a la idea de las dimensiones de los espacios destinados a este uso: de los 2.600m2 e infinidad de salas que conforman las reservas solo se visitan 3, algunas de ellas con techos altísimos y obras almacenadas en estantes compactos de dimensiones enormes. Como podéis imaginar, las condiciones medioambientales son muy estrictas y las normas de seguridad altísimas -cosa que no hace más que aumentar la emoción de los que tenemos la oportunidad de verlo todo por dentro, como un miembro más del equipo de profesionales del museo.
Una de las salas que alberga pintura de gran formato: a la izquierda un muro que conserva pinturas sobre tabla y tallas de madera; a la derecha alcanzáis a ver estantes compactos que contienen infinidad de obras, de suelo a techo!
Parte de la titánica sala de materiales inorgánicos (piedra, bronce y yeso) donde hay que estar ojo avizor para descubrir más de una maravilla... como el original Desconsol de Llimona
La visita incluye también un paseo por el muelle de carga, por el taller de restauración de pintura, por las galerías subterráneas de instalaciones técnicas e incluso por parte de los jardines exteriores del palacio para lograr una visión global del museo. En definitiva, una oportunidad única para comprender mejor una de las grandes joyas de Barcelona y el funcionamiento de un gran museo. Si yo ya estaba enamorada del MNAC ahora lo estoy profundamente.
INFORMACIÓN PRÁCTICA:
- Turnos de visita: Viernes (16.30h) y sábados (10.30h)
- Duración: 2h
- Precio: 5€
- Inscripción: Llamando al 93 622 03 75
- Instrucciones: En PDF aquí
Como ya os había contado, el MNAC celebra este año su 75 aniversario «reuniendo 75 obras maestras del arte catalán pertenecientes a colecciones privadas, museos catalanes, europeos y americanos, y al patrimonio eclesiástico». Confieso que fui a verla con pocas esperanzas y con muchos prejuicios, entre ellos que estaría llena de domingueros y que se daría más peso a las secciones de románico, gótico y barroco. Mientras que el primer punto estuvo confirmado en -3 minutos (es decir, ya en el párquing), el segundo tardó un poco más pero fue refutado gratamente.
Una de las cosas que más me llamaba la atención a priori era que algunas obras salían por primera vez de su ubicación habitual, como es el caso del maravilloso retablo de la Mare de Déu de l’Escala (procedente del Monasterio de Sant Esteve, en Banyotes) y de la Majestad de Beget (de la iglesia de Sant Cristòfol de Beget), que han sido restaurados aprovechando la estancia en el MNAC. Menos impresionante pero igual de alucinante es que hayan podido acercarnos también obras como La Masovera o el Retrato de Vicens Nubiola, ambos de Miró, (Centre Georges Pompidou y Museum Folkwang respectivamente)
Otra joya que merece la pena ver es El Vendedor de Tapices de Marià Fortuny:
Me ha sorprendido positivamente que, en el caso del retablo y en el de Salteri ferial i llibre d’Hores, se hayan instalado pantallas que muestran no solo detalles del inmenso retablo sino también una explicación de su iconografía, y numerosas páginas del libro de Bernat Martorell.
Destaco también que, si bien y como me temía la exposición sigue exactamente la misma pauta del resto del museo, en esta ocasión las obras se han dispuesto de manera especial, con explicaciones relativamente extensas y muy interesantes sobre TODAS y cada una de ellas. Es el caso, por ejemplo, del Crist a la Creu o Devot Crist, acerca del cual nos cuentan que pudo ser datado de 1307 gracias a un pergamino que se encontraba oculto en un relicario en el pecho.
Las salas, bastante amplias, permiten que la gente no se amontone y evitan el “efecto pasillo” del que os he hablado en otras ocasiones. Con todo, no acabo de entender por qué algunas salas albergaban muchas obras y otras muy pocas, o por qué razón el recorrido cronológico no está señalizado y tiene uno que ponerse en la piel de un explorador para descubrir por qué pasillo meterse.
La muestra es bastante variada en cuanto a período y disciplinas. En una misma sala podemos ver un lienzo de Joaquim Mir,
Finalmente, la exposición ofrece un recorrido cronológico por la historia del museo, desde que en 1907 se creara la Junta de Museus hasta la apertura completa del Museu Nacional d’Art de Catalunya en 2004. Una lástima que esta información solo esté en catalán (increíble pero cierto), porque es realmente interesante. Entre otras, podemos ver imágenes de cómo se trasladaron los originales de las pinturas murales románicas al Museo de Arte y Arqueología (en el Palau de la Ciutadella) entre 1919 y 1924 (!!!).
Y eso no es todo! Se han organizado también una serie de conferencias y visitas guiadas semanales a cargo de diferentes expertos para profundizar en distintos aspectos de la exposición e incluso un seminario de conservación y restauración sobre pintura arrancada que no pienso perderme (más detalles aquí).
Debo reconocer que se han lucido. Creo que M. Teresa Ocaña (Directora del MNAC) y Cristina Mendoza (subdirectora de colecciones), curadoras de la exposición, han hecho un enorme esfuerzo por acercar la muestra al gran público sin llegar a “sobrevenderla”. Así y por lo menos en mi caso, han conseguido que la ilusión de estar frente a grandes obras de grandes artistas no haya quedado eclipsada por las molestias derivadas de una exposición mainstream sino que, más bien, haya podido disfrutarla casi con la misma intimidad con la que disfruto de muestras pequeñitas y más “marginales”.
Por último, la entrada es gratuita -milagro!- pero no os asustéis: yo fui en domingo (estoy empezando a pensar que mi norma ya no es una norma) y no solamente no morí aplastada sino que pude verla a mi aire, tranquilamente. Así que esta vez y sin ninguna duda, la nota es más que merecida.
Puntuación en