lunes, 18 de enero de 2010

Invitados de Honor en el MNAC

Como ya os había contado, el MNAC celebra este año su 75 aniversario «reuniendo 75 obras maestras del arte catalán pertenecientes a colecciones privadas, museos catalanes, europeos y americanos, y al patrimonio eclesiástico». Confieso que fui a verla con pocas esperanzas y con muchos prejuicios, entre ellos que estaría llena de domingueros y que se daría más peso a las secciones de románico, gótico y barroco. Mientras que el primer punto estuvo confirmado en -3 minutos (es decir, ya en el párquing), el segundo tardó un poco más pero fue refutado gratamente.


Una de las cosas que más me llamaba la atención a priori era que algunas obras salían por primera vez de su ubicación habitual, como es el caso del maravilloso retablo de la Mare de Déu de l’Escala (procedente del Monasterio de Sant Esteve, en Banyotes) y de la Majestad de Beget (de la iglesia de Sant Cristòfol de Beget), que han sido restaurados aprovechando la estancia en el MNAC. Menos impresionante pero igual de alucinante es que hayan podido acercarnos también obras como La Masovera o el Retrato de Vicens Nubiola, ambos de Miró, (Centre Georges Pompidou y Museum Folkwang respectivamente)


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(C) MNAC


Otra joya que merece la pena ver es El Vendedor de Tapices de Marià Fortuny:


(C) MNAC


Me ha sorprendido positivamente que, en el caso del retablo y en el de Salteri ferial i llibre d’Hores, se hayan instalado pantallas que muestran no solo detalles del inmenso retablo sino también una explicación de su iconografía, y numerosas páginas del libro de Bernat Martorell.


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Destaco también que, si bien y como me temía la exposición sigue exactamente la misma pauta del resto del museo, en esta ocasión las obras se han dispuesto de manera especial, con explicaciones relativamente extensas y muy interesantes sobre TODAS y cada una de ellas. Es el caso, por ejemplo, del Crist a la Creu o Devot Crist, acerca del cual nos cuentan que pudo ser datado de 1307 gracias a un pergamino que se encontraba oculto en un relicario en el pecho.


(C) MNAC


Las salas, bastante amplias, permiten que la gente no se amontone y evitan el “efecto pasillo” del que os he hablado en otras ocasiones. Con todo, no acabo de entender por qué algunas salas albergaban muchas obras y otras muy pocas, o por qué razón el recorrido cronológico no está señalizado y tiene uno que ponerse en la piel de un explorador para descubrir por qué pasillo meterse.


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La muestra es bastante variada en cuanto a período y disciplinas. En una misma sala podemos ver un lienzo de Joaquim Mir, la pieza Eclosió de Miquel Blay y un tocador de madera de Gaudí:


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Finalmente, la exposición ofrece un recorrido cronológico por la historia del museo, desde que en 1907 se creara la Junta de Museus hasta la apertura completa del Museu Nacional d’Art de Catalunya en 2004. Una lástima que esta información solo esté en catalán (increíble pero cierto), porque es realmente interesante. Entre otras, podemos ver imágenes de cómo se trasladaron los originales de las pinturas murales románicas al Museo de Arte y Arqueología (en el Palau de la Ciutadella) entre 1919 y 1924 (!!!).


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Y eso no es todo! Se han organizado también una serie de conferencias y visitas guiadas semanales a cargo de diferentes expertos para profundizar en distintos aspectos de la exposición e incluso un seminario de conservación y restauración sobre pintura arrancada que no pienso perderme (más detalles aquí).


Debo reconocer que se han lucido. Creo que M. Teresa Ocaña (Directora del MNAC) y Cristina Mendoza (subdirectora de colecciones), curadoras de la exposición, han hecho un enorme esfuerzo por acercar la muestra al gran público sin llegar a “sobrevenderla”. Así y por lo menos en mi caso, han conseguido que la ilusión de estar frente a grandes obras de grandes artistas no haya quedado eclipsada por las molestias derivadas de una exposición mainstream sino que, más bien, haya podido disfrutarla casi con la misma intimidad con la que disfruto de muestras pequeñitas y más “marginales”.


Por último, la entrada es gratuita -milagro!- pero no os asustéis: yo fui en domingo (estoy empezando a pensar que mi norma ya no es una norma) y no solamente no morí aplastada sino que pude verla a mi aire, tranquilamente. Así que esta vez y sin ninguna duda, la nota es más que merecida.


Puntuación en la Escala M de exposiciones: 8,5 de 10

jueves, 14 de enero de 2010

No soy la única

Papá Noel no llegó con mi libro del tiburón (aunque ya lo tengo, review coming soon!) pero me trajo otras joyas.


Manual de estilo del arte contemporáneo de Pablo Helguera se ha convertido en mi nueva biblia -y no es para menos. Después de unos días de extrema desilusión leo las primeras páginas y me siento extrañamente reconfortada... he aquí algunas perlas:


Many of those who enter into the visual arts field -typically, the art and the art history students- have a set of early experiences that has made them extremely critical of the art world. In certain cases, their disappointment is so deep that they cannot appreciate any value in art. But without being able to consider abandoning it, they remain in it, making ther lives, along with the lives of those around them, even bitterer. Some of them will resort to teaching in order to sabotage the careers of the younger generation; some may choose criticism in order to sabotage the careers of of all artists; and some may choose arts administration in museums in order to expand their destructive capability to include the general public. This happens, we believe, because on the onset of entrance into the art world one tends to have a bit of an idealist notion about what this world is like and expects things like spiritual or metaphysical fulfillment. One may also expect to experience [...] the possibility of being part of a cultural elite whose profession balances intellectual sophistication with the sense of fashion. [...] What the starting art dreamer encounters, however, is a very different reality: a hostile, competitive, and highly intimidating environment. Young artists struggle to get their slides seen by curators and rejection becomes a routine experience; young curators have to work for five years in volunteer internships in small cubicles in large museums, xeroxing materials and typing checklists before they are invited into a meeting or allowed to participate in any significant decision for any exhibition. The critics rarely get paid, let alone given the opportunity to publish in the first place, and rarely do they get to decide what they want to write about. [...] With first experiences like this, it is natural to develop an apprehension towards the art world. [...]
Some consider it unfortunate that an activity considered transcendental and of vital relevance to the spiritual progress of humanity such as contemporary art is governed by economic directives, but it is necessary to accept this and to learn how to live with it [...].



Amen.

martes, 12 de enero de 2010

Puppy, el urinario y la sopa (entre otros)

Invertir en arte es menos arriesgado que la Bolsa y los museos son buenos negocios para las ciudades. Por eso, por su éxito turístico entre otras razones, el magnífico edificio del Guggenheim de Bilbao, proyectado por Frank Gehry, es custodiado fielmente por Puppy , el perro un poco monstruoso del artista Jeff Koons, compuesto por 40.000 flores. Por supuesto: es de rústicos hablar mal de Puppy , gente que no entiende que Puppy sale de cruzar los jardines del siglo XVIII con las mascotas de historieta. Lo dice, en un video, el director del Guggenheim, que pasa al lado de Puppy todos los días. [...]

El padre fundador es Marcel Duchamp. La exhibición del mingitorio fue un acto revolucionario que ponía en cuestión los límites de la institución museo y de la institución arte. En ese momento fue el escándalo. Hoy es imposible que algo cause escándalo, excepto que un artista se atreva a lo políticamente incorrecto, algo poco probable. Entramos al museo dispuestos a aceptar que vamos a encontrar cualquier cosa y que, si está expuesta allí, es arte. A la inversa, Duchamp estaba poniendo en cuestión esa creencia tranquilizadora.

El arte se ha desmaterializado. Pero no simplemente porque existe el arte digital, sino porque los materiales artísticos se han vuelto indiferentes. Las latas de sopa Campbell´s reproducidas por Andy Warhol fueron un gesto desafiante frente a la belleza del expresionismo abstracto. Basta de pintura sublime: ésa fue una consigna del pop. Warhol eligió su lata de sopa y dio un grito. Hoy ninguna sopa Campbell´s puede resonar como aquélla, porque hemos visto demasiadas. A la pregunta ¿qué diferencia una foto de una lata de sopa de su reproducción hiperrealista como obra de arte?, todos contestaremos: muy poco. Sin embargo sabemos también que la imagen de una lata antes de Warhol era sólo eso y, después de las 32 serigrafías de distintas sopas, es una obra. La respuesta es institucional. Se debilita la materialidad del arte aunque se acentúe el carácter material de los objetos presentados.


Lo leo en salonKritic y me encanta.

martes, 5 de enero de 2010

El primer (gran) antojo del año

EL TIBURÓN DE 12 MILLONES DE DÓLARES
La curiosa economía del arte contemporáneo y las casas de subasta



A algunos les parecerá mentira que a estas alturas de la vida haya quien todavía se cuestione qué es arte y qué no. Desde luego, es un tema tan controvertido como el de Esteban vs. Campanario (para quien no lo sepa, este es el derechas vs. izquierdas del siglo XXI). Y a mi me encantan los temas controvertidos. De ahí que se me hayan puesto los dientes largos con la aparición de este libro y que esté aprovechando mi plataforma cultural online para decirle a los Reyes Magos que todavía están a tiempo de comprarlo -por ejemplo en la Laie.

Como yo no lo he leído (ver párrafo anterior), no me arriesgo a contaros de qué va por miedo a cometer un error. Sobre todo cuando el siempre fabuloso Rafael Argullol ya nos lo ha contado hace unos días en El País. Puesto que su reflexión es muy interesante y la tenemos online gracias a SalonKritic, os dejo con ella. Yo mientras tanto me voy a ponerle una velita a Lourdes para que me llegue pronto.

lunes, 4 de enero de 2010

Creadoras del Siglo XX

Hace unas semanas tuve la oportunidad de escaparme a Granada para ver la exposición Creadoras del Siglo XX que ofrece hasta el 17 de enero el Museo de Bellas Artes. A pesar de estar ubicado en medio de la Alhambra (monumento del cual debo ser la única detractora), en el Palacio de Carlos V, me armé de valor y me enfrenté a la marea de guiris del domingo por la mañana por amor al arte, casi hipnotizada por las palabras de la nota de prensa que tanto me había costado conseguir (la última nota de prensa colgada en la web es del año de la catapún): «El objetivo de esta muestra es poner de relieve las distintas maneras en que las mujeres han ejercido una actividad artística y cómo estas artistas, que marcaron el arte del siglo XX, siguen haciéndolo actualmente, influenciando tanto a hombres como a mujeres artistas del siglo XXI».


Dicha nota de prensa nos informa de que la exposición cuenta con más de 30 obras, entre las que podemos encontrar alguna de Tamara Lempicka, de Frida Kahlo y de Ouka Leele entre otras, así como de la existencia de un catálogo «con un diseño actual y atractivo, que va desgranando las diferentes obras y artistas presentes en la muestra». Cierto es que no dicen mucho más (ni en la web del museo ni en la nota de prensa ni en ningún otro sitio) pero yo soy bastante facilona para estas cosas y ya me tenían convencida con el cuadro cubista de Olga Sacharoff:


Como viene siendo (sospechosamente) habitual, la cosa empieza a decepcionarme desde el principio, incluso antes de haber entrado a la sala: el personal del MBAGR me informa de que la exposición temporal se encuentra al final de la colección permanente y que tengo que pasar por tooodo lo demás antes de llegar allí. No penséis que tengo nada en contra de los museos de bellas artes pero cuando voy con el rollo siglo XX en la cabeza no puedo ponerme a ver, digamos, un retablo del siglo XI de la vida de San Agapito. Básicamente porque, en lugar de pensar "cómo mola el retablo de la vida de San Agapito" acabo pensando "si veo otro retablo de la vida de San Agapito prenderé fuego a esta sala". En fin, que me pregunto cuántas veces habrá visto un granadino medio el retablo de San Agapito y por qué tiene que verlo cada vez que, de hecho, vaya al museo a ver algo nuevo.

Una vez recorridas todas las salas llegamos a una de dimensiones discretas pero más que suficientes. La segunda sorpresa del día llega al ver que es diáfana y que las obras están emplazadas en su perímetro. Me pregunto por qué no habrán decidido romper el espacio con algunos paneles para hacer una exposición un poco más dinámica -y cómoda: la puerta de entrada está situada en un extremo de la sala pero la de salida está en la mitad, cosa que te hace estar un poco inseguro respecto a qué ruta tomar una vez allí. Con todo, el diseño en tonos violeta de la sala es muy arriesgado y consigue contrarrestar la falta de 'chispa' que trasmite la disposición de las obras.

La selección de obras es simplemente magnífica y, teniendo en cuenta además que la mayoría de ellas procede de colecciones particulares, de gran valor para el público. A continuación algunas de mis favoritas:

Olga Sacharoff, Mujer acodada en mesa (1915). Museo Casa Lis, Salamanca


Gertrudis Rivalta, Sin Título. Colección particular, Barcelona
(perdonad la calidad de la foto!)


Isabel Quintanilla, Interior (1995). Colección del artista, Madrid


Carmen Calvo, Lápida (1991). Colección particular, Barcelona


Con todo, parece que no llegamos a aprovechar del todo las joyas que nos han puesto delante. Las placas informativas, por ejemplo, tienen una ubicación bastante desafortunada y tampoco dan más información de la estrictamente necesaria. Pero quizá lo peor, desde mi punto de vista, ha sido la falta de un hilo conductor que hiciera la exposición más comprensible. En el dossier de prensa podemos leer que la exposición «no solo representa una apuesta decidida de este Museo por el arte contemporáneo sino también, y muy especialmente, una forma de contribuir a la difusión de la aportación de la mujer al arte [...]. Este aspecto cobra especial interés si tenemos en cuenta que la actividad artística de la mujer [...] ha estado olvidada o, en el mejor de los casos, diluida dentro de un universo mayoritariamente masculino en el que habitualmente ha pasado desapercibida». Con todo, una vez allí asistimos a lo que no es más que una simple presentación de obras de arte realizadas por mujeres desde el año 1912. Por qué desaprovechar la oportunidad de crear un discurso, aunque simple, del papel de las creadoras del siglo xx? Me quedé con las ganas de saber si Olga Sacharoff encontró realmente más obstáculos de los que haya encontrado Ouka Leele o incluso Yoko Ono (también presente, sí). Con ganas de saber si podemos considerar que las mujeres siguen pasando desapercibidas o si las obras más actuales que nos presentan perfilan una situación distinta de la de principio de siglo.

Finalmente, el catálogo de la exposición, mi última esperanza, tampoco logró mejorar las cosas. Pese a que nos ofrece un breve contexto histórico del siglo XX y un texto bastante interesante de Eugene Osácar, no contiene más que unas pocas líneas sobre cada una de las artistas y la relación de las obras presentadas. Y todo ello por 15 (!!!) euros. Para los que tengáis curiosidad o un viaje programado a Granada antes del 17 de enero, podéis consultar la versión online que publicó el Museo de la Pasión de Valladolid aquí.



Puntuación en la escala M de exposiciones: 5 sobre 10
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