El otro día había escrito un post de esos que me salen a veces, criticando todo lo criticable y descargando mis penas con el teclado y por ende con vosotros. Generalmente esos posts los guardo unos días pensando "me lo tengo que volver a leer" y luego acabo borrándolos porque realmente no aportan mucho al mundo.
Pero en el post dramático que escribí el otro día intercalé imágenes de algunos de mis grandes favoritos de la pintura universal, por aquello de quitarle hierro al asunto (o quitármelo a mí misma, quién sabe). Y hoy, cuando borraba las palabras que ya no me apetece decir, me ha dado penita borrar unas imágenes que me encantaría compartir con vosotros. Así que preparáos para uno de esos posts nostálgicos que tanto me gustan últimamente!
Piero Manzoni
Achrome, 1962
En mi primer año de carrera tuve que escribir un ensayo sobre alguna obra del MACBA, preferiblemente una obra y un artista que no conociera previamente. Anna Pujadas, una de las mejores profesoras que he tenido nunca, pretendía que viéramos y sintiéramos la obra, más que limitarnos a copiar lo que decían los libros de ella. En fin, yo elegí Corpo d'Aria de 1959 y me enamoré de la obra de Manzoni, un idilio que ha pasado de ser romántico (me encantaba lo reaccionario de su obra, como un seguidor de Duchamp) a ser más formal (materia, materia, materia... no me hace falta nada más!). Manzoni me hace sonreír, me hace pensar y me trae buenos recuerdos, por eso lo adoro.
Jan van Eyck
El matrimonio Arnolfini, 1434
Os preguntaréis, y a quién no le gusta este cuadro? Desde luego, no creo que haya un solo ser humano con corazón y alma en el mundo que no caiga rendido ante tanta delicadeza. Además de ser una escena preciosa (con un perro que está para comérselo) siempre he pensado en este cuadro como en una especie de juego de adivinanzas. Porque no importa cuántas veces hayas estudiado lo que simbolizan los zuecos y las naranjas, siempre parece que hay algo nuevo o que lo viejo cobra un nuevo significado. Jan van Eyck estuvo allí... y gracias a él nosotros podemos volver cuando queramos.
Ingres
La Gran Odalisca, 1814
Ingres es simplemente delicioso y su Gran Odalisca es una mujer hipnótica. Este cuadro me teletransporta a la época en la que empecé a descubrir el arte y es que viéndolo en el Louvre me quedé por primera vez sin palabras ante una obra de arte. Y no porque fuera famoso, no porque lo hubiera estudiado, simplemente porque los ojos y la piel de esa mujer me dejaron patidifusa.
Caspar D. Friedrich
Caminante sobre el mar de nubes, 1818
Quien no se sienta identificado con este caminante es que nunca ha sido romántico. Yo, muy dada a la exageración y a la pasión, me he sentido exactamente igual un millón de veces. Y me encanta. Y cuando me siento así pongo cara profunda, me echo el brazo a la cadera y quiero tener un bastón.
Pablo Picasso
Retrato de Gertrude Stein, 1906
La máxima expresión de la genialidad de Picasso. El retrato perfecto de Stein. Si alguien me pinta algún día que me pinte como ella. De mayor quiero ser cubista.
Edouard Manet
Desayuno sobre la hierba, 1863
Ya os hablé el otro día de mi amor por Courbet así que os podíais imaginar que Manet estaría en mi lista. Por culminar con la labor de Courbet y por tener las narices de sentar a una mujer desnuda en un picnic burgués, Manet era como una estrella del rock en su época. Me mola y mucho.
Van dos en menos de una semana pero... cuáles son vuestros grandes favoritos?
Mi lista continuará!