El fin de semana pasado hice los deberes y empecé a tachar nombres de la lista (ehem... alguien más lo ha hecho?): me fui chino-chano, sorteando guiris uno tras otro, al edificio de la Fundación Sunyol en Paseo de Gracia. El objetivo era ver la exposición Col·loquis, que había clasificado a priori como interesante. Respecto a las preguntas retóricas que formulaba la semana pasada… Bien, ya tenemos una respuesta: la exposición de la Sunyol es una patata.
Básicamente, entrar y ver un Calder al lado de un Miró es todo uno. Y lo siento, pero la única palabra que me viene a la mente en ese momento es FACILÓN.
No es extraño, pues, que al investigar un poco sólo encontremos imágenes de las sillas Tàpies/Xifra y las piernas Rom/Giacometti: ambos diálogos están muy logrados. Aunque estén solos en ello.
Es una verdadera lástima puesto que la Fundación cuenta con obras maravillosas y especialmente interesantes, pero la mayoría de ellas, una vez juntas, pierden su fuerza comunicativa y se vuelven demasiado complejas e inaccesibles para el espectador.
Más que limitarse a los fondos de la propia colección creo que, siendo una idea tan fabulosa, habría valido la pena invertir un poco más y traer a la Fundación alguna obra prestada que verdaderamente encajara en la exposición. De este modo la exposición resulta decepcionante no solo para los que esperábamos un discurso nuevo sobre recursos ya conocidos sino que, aún peor, para el visitante que no entiende de arte [moderno] es una completa pérdida de tiempo. No deberían ser estos diálogos una manera de acercar las obras al público?
En mi opinión el quid de la cuestión no reside en el número de visitantes que se reciban al año. En mi opinión no se trata de salir en los periódicos porque las colas dan la vuelta a la manzana. En mi opinión se trata de exponer en calidad, de darle algo a quien viene –y más cuando viene a cambio de dinero. Seré idealista, pero en mi opinión debería haber un espacio (que ya no mundo) mejor.
Puntuación en la escala M de exposiciones: 5