Mis métodos son bastante rudimentarios: aunque una gran amiga me regalara una paleta para hacer de mí una pintora de verdad, yo siempre he dicho que soy pintriz, un nuevo concepto que (también) deliberadamente he inventado para definir mis poco ortodoxas costumbres. Me gusta pintar en mi casa, preferentemente en el suelo, mezclando mis colores en soportes para huevos con música que no he oído nunca de fondo. Aunque a veces trabajo en mis ideas durante días o incluso meses, lo más habitual es que la inspiración llegue en el momento menos esperado, haciéndome dejar lo que sea que esté haciendo y, a falta de lienzo y pinceles, agarrar papel y lápiz.
Aunque he llegado a tener el atrevimiento de experimentar con óleos… no sé, no son lo mío. Se que los grandes a los que admiro no hubieran sobrevivido sin ellos, pero nunca fue mi intención emularlos y mucho menos superarlos. Mis grandes inspiradores al pintar son Rothko, Pollock y ahora Ródchenko, en el primer caso por su estética, en el segundo por sus ideas y en el tercero por una extraña especie de conexión cósmica. Pero esto no debería malinterpretarse… ellos tienen su lugar y yo, como se hacía durante la Guerra Fría, aspiro a una bonita coexistencia pacífica.
Ps. El cuadro de la cabecera del blog es también mío y estoy especialmente orgullosa de él -fue mi primera venta!
Estos últimos días no he tenido tiempo de hacer una actualización decente (tengo dos exposiciones esperando en un cajón y otra apalabrada para esta semana) pero por no perder el hilo -y porque la historia tiene tela, he querido hacer este pequeño inciso.
El miércoles pasado no solo revisité (pardon my spanish) la exposición de Mucha en Caixa Forum sino que le di un vistazo a la de los Uffizi y, cuál fue mi sorpresa cuando, entre Cristos y Madonnas me encontré en una instalación de Joseph Beuys:
Tal cual. Ahí en medio. Ver tres tapices renacentistas y ver a Beuys fue todo uno. Y por primera vez no se si quejarme o no: aunque desde luego te saca por completo del estado de ánimo en el que te has metido para ver la colección de los Uffizi, entrar ahí es, en cierto modo, liberador. No es mi intención hacer aquí una descripción de la obra (si la queréis podéis encontrarla en la página 71) pero, citando el texto explicativo de Caixa Forum "Joseph Beuys propone la experiencia de quedarnos solos ante ese vacío. Ahí dentro el individuo, aislado del mundo, se tiene únicamente a sí mismo y puede tomar conciencia de sí". Yo no habría podido explicarlo mejor.
Debo decir también que mi sobrino, que como bien sabéis iba de conejillo de indias conmigo, se lo pasó pipa dando saltos y grititos en medio de la habitación y a mi al final me entró la risa floja. A Beuys seguro que le hubiera dado un síncope de vernos armando semejante escándalo, y yo misma no estoy muy segura de que fuera muy ortodoxo pero seguro que un buen análisis artístico-psicológico de la situación sería muy atractivo.
Para los que estéis interesados, la instalación de Beuys forma parte de la colección permanente del centro y por la módica cantidad de 0€ podéis visitarla cuando queráis. A mi me ha hecho mucha ilusión, como os imaginaréis… no se entra en un Beuys todos los días!
Esto hoy no tiene puntuación simplemente porque no se me ocurre cómo catalogarlo. Pero como mi intención con las puntuaciones no es otra que la de hacer una invitación metafórica, sirva este texto como tal -esperando, por supuesto, que os pique la curiosidad.
Por increíble que parezca, el domingo me salté mi norma dos veces. Después de la relativa desilusión que supuso la exposición de Mucha decidí que debía intentar repetir la experiencia, pero completamente al revés. Así fue como Ródchenko resultó elegido, un poco al azar: un artista cuyo nombre me sonaba vagamente después de varios años en la Facultad de Humanidades, un comisario de exposición misterioso y un emplazamiento mágico, el equipo perfecto para descubrimientos de última hora un domingo por la tarde.
Esta vez tomé la precaución de ir una hora antes del cierre para prevenir el tener que sacar el paraguas otra vez para defenderme de los demás visitantes. Pero, curiosamente, aquí no hizo falta. Y es que esta exposición resultó cumplir perfectamente con su cometido y ser diametralmente opuesta a su compañera de mañanas:
Varias paredes trazando un zig-zag fueron mi primera alegría de la tarde, seguidas por un público bastante más serio –y joven. Pero mi júbilo no estaba destinado a quedar aquí… porque los carteles estaban en tres idiomas!
Pero pongámonos serios, que la ocasión lo requiere. Esta exposición, como la anterior, estaba dividida en varios grupos que, a su vez, estaban ordenados cronológicamente –por supuesto, porque la naturaleza de la obra de Ródchenko lo permite. Cada sección tenía su propio texto introductorio, igual que en la exposición de Mucha, pero esta vez el contenido revelaba información mucho más valiosa. Y para muestra un botón: he aquí el texto que introducía la fase constructivista del artista:
El término «constructivismo» nace en Moscú en 1921 en el marco de los trabajos colectivos, debates y exposiciones del Instituto de Cultura Artística (Injuk), que aglutinaba a pintores, escultores, arquitectos, críticos y teóricos, y donde se gestó una nueva manera de ver el arte: la «construcción» (en tres dimensiones) debía sustituir a la «composición» (en dos dimensiones), es decir, al cuadro de caballete.
Ródchenko se había adherido con entusiasmo a la nueva idea cuando se convirtió en uno de los organizadores del Grupo de Trabajo de los Constructivistas en el Injuk de Moscú. A partir de ese momento relega sus exploraciones puramente artísticas al papel de «trabajo de laboratorio» y extiende sus experimentos sobre la manipulación de las formas tridimensionales al entorno real con la participación en la producción industrial de objetos de uso cotidiano.
Magistral. De manera críptica se le da al espectador una visión global del panorama artístico así como de la implicación del artista en el mismo. Siempre había pensado que las paredes con grandes textos eran un poco inútiles, que poca gente los leía y que en realidad, para qué leerlos si de ellos se extraía más bien nada. Pero no, esta vez valía la pena –y mucho.
Otro de los detalles que me enamoró (y que también había podido ver ya en Duchamp, Man Ray, Picabia) es la idea de intercalar frases del artista que llenen de sentido una obra o grupo de obras. Este fue mi favorito, en el que la obra que veis va acompañada de la siguiente frase: «Este trabajo en concreto es interesante, ahora mismo, sobre todo por su dimensión histórica. Por primera vez la pintura entra en el espacio real».
Así que… bueno, quizá después de esto deba plantearme reformar mi norma. Quizá los domingos solo son un mal día para las grandes exposiciones, aquellas a las que la gente va por poder decir que ha ido (queda monísimo el lunes por la mañana en la oficina con el café: “sí, ayer estuve viendo a Mucha”). Quizá los domingos son el día perfecto para ir a ver aquellas que son poco conocidas, que no prometen mucho. Aquellas que, tras su modestia, esconden una joya de las que antes os hablaba.
Puntación en la escala M de exposiciones: 8 sobre 10
Ayer domingo me salté una de mis principales normas vitales, a saber NUNCA JAMÁS IR A UNA EXPOSICIÓN UN DOMINGO. Yo soy muy maniática y me gusta ver el arte a mi ritmo y con suficiente espacio –me paso media hora dando vueltas alrededor de la obra comprobando la iluminación y el emplazamiento, intentando entender la pincelada, la mezcla de colores y las texturas. Así que, sí, odio los museos los domingos, cuando la gente ve el arte como quien veMira quién baila: comentando la juerga del sábado, el partido del viernes o el bolso de la de al lado. En su lugar me sirvo de otra de mis principales normas vitales (hacer campana en la universidad para ver una exposición NO CUENTA COMO CAMPANA) y me escapo a esas horas en las que solo hay viejecitos intentando pasar el día entretenidos.
Pero a lo que íbamos: ayer domingo me fui a ver la exposición de Alphonse MuchaSeducción, Modernidad y Utopíaen Caixa Forum. He tenido la suerte de tener a Àlex Mitrani, comisario de la exposición, como profesor en la universidad en alguna ocasión, además de haber trabajado para él como becaria hace algún tiempo, así que mis expectativas para con Mucha eran muy altas y tras haber asistido a la conferencia inaugural no hicieron más que aumentar. Efectivamente, nada más llegar a la sala abrí el panfleto de la exposición y me encontré con esto:
Mmm… Exposición con plano incluido, plano que no promete un recorrido cronológico sino más bien un paseo por distintos aspectos de la obra del artista. A estas alturas yo ya me esperaba algo tan emocionante como las clases que da Àlex en la universidad, con miles de referencias a otros artistas, con mucha información y con mucha pasión. El amplio espacio de la exposición, los colores y luces no hicieron más que confirmar lo que yo pensaba… al menos a primera vista:
Al adentrarnos en la exposición vemos una serie de obras colocadas de forma lineal, con poca información en los paneles (y sólo dos idiomas para los títulos, castellano y catalán –dónde queda el inglés?) y bastante repetitivas. Las pequeñas salas circulares en el centro, que parecían una idea genial al principio, resultaron no serlo tanto por ser domingo y no caber la gente dentro de ellas. Y no hablemos ya del ‘efecto cola’ que provocan los espacios poco fragmentados: como las obras están colocadas en una pared larga y sin separaciones, la gente empieza a hacer cola para verlas una tras otra, como quien pasa por un bufé libre, y pobre de quien, como yo, intente saltarse alguna y pasar a la siguiente… te miran y te empujan con el mismo ímpetu con el que lo harían si te colaras en el súper.
Pero vuelvo al tema de la repetición. En este caso, cuando hablamos de un artista que principalmente hacía litografías, carteles e ilustraciones, la sensación es la de estar ante un montón de fotocopias; bellísimas, pero fotocopias al fin y al cabo. No sé si me explico, pero a mi me parece que con semejante cantidad de obras, muchas de ellas idénticas, se elimina el factor singularidad. Si algunos visteis la exposición deDuchamp, Man Ray, Picabiaen el MNAC (que no comentaré aquí porque hace bastante que la vi y además no tengo pruebas documentales de mi visita) recordaréis que las obras eran muy escogidas, muy representativas, de manera que la sensación era la de estar ante algo único, fuera cual fuera el formato o el origen de la obra (recordáis las fotografías de los tres amigos juntos? Una maravilla!).
Me parece relevante comentar también que, desgraciadamente y como el 95% de las exposiciones que he visto en mi vida, ésta también carece de una introducción histórica y contextual del artista. Estoy segura de que todos coincidimos en que, cuando se entiende de antemano qué nos vamos a encontrar, lo disfrutamos mucho más. Y aunque se organicen visitas guiadas y ciclos de conferencias y actividades y panfletos, muchos no tienen (tenemos) más tiempo que el que le dedican a la visita. Entonces, por qué no informar de ello en la propia sala?
Para poder observar uno de los libros ilustrados por Mucha la exposición ofrece el clásico recurso del PC interactivo. Si bien es bastante interesante el poder ‘hojear’ el documento, por qué no utilizan el mismo recurso para ofrecer información previa a aquellos que la deseen? Unos cuantos ordenadores a la entrada con una pequeña presentación serían suficientes para que el espectador supiera donde se mete sin quitar tiempo o espacio a quien ya lo sabe.
Asimismo, la sección llamadaLa difusión del ‘estilo Mucha’no deja suficientemente claro el alcance de su influencia y, más aún, el modo como Mucha revolucionó el mundo del arte y del diseño. El espacio que se dedica a este tema es reducidísimo -por qué no se han usado recursos como el propongo arriba o como el que se utiliza con la serie La Épica Eslava? A falta de espacio (y supongo de obras) unas cuantas pantallas suplen la presencia de las pinturas a tamaño natural.
Pero no quiero que parezca que todo son inconvenientes porque, muchas cosas de la exposición me gustaron muchísimo:
El espacio para niños, fantástica idea –al menos cuando los padres saben aprovecharla:
En definitiva, una exposición recomendable para aquellos que, o bien les interese especialmente Mucha, o bien busquen un modo de establecer contacto con él… no muy rápidamente, eso sí, porque la exposición es inmensa!
UPDATE!
Ayer viernes volví a CaixaForum con el objetivo de ver de nuevo la sala, con calma y sin mucha gente. Menos mal que lo hice, por cierto, porque varios detalles se me habían pasado por alto entre la multitud dominguera. En primer lugar y nada más entrar vi que, lo que el domingo y por la enorme cantidad de visitantes parecía una pared desnuda, ayer era una pared con unos pequeños libros colgados –en tres idiomas.
El libro resultó ser una selección de obras comentadas por Àlex Mitrani, nada menos. De hecho, lo que yo había creído números junto a algunas obras para seguir una audioguía de las de toda la vida resultaron ser números para seguir una GUÍA de verdad, con mayúsculas:
Con todo, creo que la guía podía haberse explayado más en algunos momentos. Me explico: en la exposición está uno de mis carteles favoritos de Mucha, el de la obraMedeapara el Teatro de la Renaissance. A su lado, como veis arriba, había una fotografía de un brazalete que Mucha diseñó por encargo de Sarah Bernhardt, inspirado en el que había dibujado en el cartel. En mi primera visita pensé que era increíble que no hubiera una nota explicativa de la relación entre ambas imágenes, sobre todo porque el brazalete no estaba físicamente presente en la exposición. Al descubrir el librito me fui corriendo al punto correspondiente y, si bien es cierto que se explica la relación de Mucha con el diseño de joyas, no se nos cuenta la historia concreta de este brazalete –historia que Àlex, por otro lado, sí nos había explicado en clase. Este detalle me decepcionó bastante porque es, a mi modo de ver, una de las demostraciones más claras de la importantísima relación que existía entre la actriz y el artista.
Pero cambiemos ahora de tercio. El hecho de que ayer me hubiera llevado a mi sobrino de 3 años conmigo me obligó a entrar en la sala para niños y pasar allí un buen rato realizando las actividades propuestas. Cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que no era la típica salita con papelitos para colorear sino con un montón de imágenes para recortar y montar tu propio cartel estilo Mucha. Tanto mi sobrino como yo nos lo pasamos bomba pegando pequeños dibujos de joyas encima de fotografías de bellas jóvenes y, aunque se supone que después uno debía dejar su obra colgada en las paredes de la sala junto con las demás, la nuestra era tan chula que decidimos llevárnosla a casa. Así que un 10 para la sala de niños.
Ya puestos a enmendar mis errores me decidí a examinarlo todo de nuevo minuciosamente y de vuelta a la exposición me di cuenta de que también se me había pasado comentar otro de los puntos superpositivos de la sala: algunos carteles tenían, a su lado, el esbozo previo o los estudios que había realizado el pintor antes de llegar al diseño definitivo. Esto me pareció una idea magnífica porque, en cierto modo, dejaba ver la mano de Mucha tras una serie de obras que parecían ocultarla:
En fin, ya veis que nadie es perfecto. Pero rectificar es de sabios y he aquí mi rectificación. Por supuesto, mi historia tiene moraleja, como todas las historias:
Nunca nunca vayas de museos en domingo.
[NUEVA] Puntuación en la escala M de exposiciones: 7 sobre 10.